COTO SELOUS

El 5 de Julio comenzaba nuestra experiencia por el África negra, a las 6.00 de la mañana habíamos quedado con Jefferson y el responsable de la empresa de Horton Safaris, un hombre corpulento y de pelo canoso, parecido al promotor de boxeo Don King, en la puerta del New Continental, los tratos se hacen con el dinero por delante, le dimos la cantidad pactado de 720 dólares en el hall del hotel y Amos (el guía durante esta primera semana), esperaba en la puerta con un Suzuki Vitara, era el primer contratiempo, ya que nos habían comentado que tendríamos un todoterreno más grande, pero al final lo que queríamos era salir hacia Coto Selous.

 Pasamos por Kisuto Market, donde las primeras imágenes de masais hablando por el móvil o un negro albino limpiando cebollas nos hacían la espera más entretenida, todo es tan distinto, el mercado era una estructura de hojalata con cientos de productos almacenados en condiciones precarias, enfrente carnicerías con piezas de ternera colgadas y en medio de todo ello, nosotros observando ese mundo tan distinto al nuestro.

Salimos por la carretera del sur hacia Kibiti, donde paramos a comer, hasta ese punto la carretera está asfaltada y vas observando los campos de palmeras, la vida en la carretera, las personas que salen y entran de los caminos que llegan hasta el asfalto, las bicicletas que van cargadas hasta los topes, las mujeres caminando con el agua en la cabeza o cualquier otra cosa que te puedas imaginar, entre tanto adelantamientos imposibles y el sonido del claxon, que avisa a el resto de vehículos del paso de un automóvil.
En el cruce de caminos que va desde Kibiti a Mloka, tomamos un arroz con pollo, verdura, una minúscula ensalada y una soda, como llaman ellos a los refrescos de cola, y comenzó nuestra experiencia por los caminos africanos, horas interminables por caminos de tierra roja, baches que te golpean contra la estructura del coche y grandes baobabs que sorprenden por su tamaño, al principio te asombran, cuando has visto cientos sólo los observas con la perplejidad de ver un árbol colosal, en mitad del camino reventó una rueda del Vitara, y con toda naturalidad, quince minutos para poner la de repuesto y salida para Mkola, el poblado que da acceso a la puerta de Coto Selous y donde nosotros íbamos a alojarnos, el Hippo Camp.
A las 15.00 horas teníamos reservado el boat safari por el río Rufiji, nada más llegar al alojamiento, unas bonitas cabañas al lado del río, con monos por todos lados, el “monkey camp” nos daba la bienvenida (Karibu en suajili) a nuestro primer parque natural; rapidamente salimos para esa travesía hasta el atardecer por el río Rufiji, los primeros animales que vimos fueron pequeños cocodrilos, pronto aparecieron los primeros hipopótamos y las primeras aves y, sin darnos cuenta, llego el atardecer mientras observábamos a las mujeres cruzar el río en barca o lavar la ropa en las orillas del río, no deja de ser curioso como conviven con la naturaleza, como la respetan o como aprovechan los recursos naturales que tienen a su alcance.
A la mañana siguiente el mismo chico que nos acompaño en el boat safari, hizo con nosotros el walking safari, Didi, que así se llamaba, se vistió de aborigen, era una mañana del 6 de julio, sobre las 7.00 de la mañana ya estábamos los tres para ver gran cantidad de monos y Nini explicándonos las propiedades de las plantas y árboles que nos cruzábamos, una especie de captus que su sabia produce ceguera, otros que tienen propiedades medicinales y alguna comunidad de termitas con un enorme termitero, y de vez en cuando cruzábamos las sendas que utilizan los hipopótamos por la noche cuando salen del río, pero al final lo más sorprendente, con los utensilios tradicionales, Nini realizó una trampa para animales pequeños, una fuerza descomunal cuando se pisaba la trampa y cualquier animal que cruzase quedaría atrapado colgado de ella.

La trampa nos dejó perplejos, en menos de diez minutos la realizó, con una pequeña hacha, algo de cuerda y aprovechando un árbol tierno, hizo que nosotros nos dieramos cuenta de que nuestros conocimientos occidentales valen para poco si tuviesemos que sobrevivir en plena naturaleza.


Nos fuimos a desayunar y a esperar la entrada al parque, Amos tuvo que cambiar la rueda reventada la tarde anterior, mientras nosotros damos una vuelta por Mkola, al final no encontró el repuesto y nos fuimos a pagar la entrada al parque y dispuestos a estar hasta las 18.00 horas dando vueltas por los caminos de Coto Selous encontrando todo tipo de animales.

Nada más entrar aparecieron jirafas, gacelas, antílopes, babuinos que están por todas partes y como todos los turistas buscando ese grupo de leones, pero estos no se dejan ver con facilidad, cerca del río Rufiji se comenzaban a divisar esos ojos amenazadores de los grupos de cocodrilos al lado de los grupos de hipopótamos, algún pato confiado que se acerca a la orilla a beber agua, y que desconoce el peligro que corre si se coloca a menos de un metro de ellos, algunos antílopes caminan también por la orilla y piensas: “Nadar por allí, muerte segura, un paraíso donde las fieras pueden atacar al ser humano”, allí eres un animal más, y sobre todo, reflexionas sobre cómo puede haber personas que vayan allí a cazar, no lo comprendes, que mérito puede tener disparar a un animal que vive en paz en su ecosistema y que respeta las leyes de la naturaleza, la simpleza de la lucha por la supervivencia.

A medio día paramos a comer debajo de una acacia a una distancia prudencial del río, te dicen que es seguro, pero no te alejas demasiado del todoterreno y cualquier ruido te sorprende, sabes que está todo controlado, pero te ves poca cosa al lado de ese grupo de animales que muestran toda su fuerza, todavía no habíamos visto a grupos de elefantes, ni de cebras, los ñus tampoco aparecían, por lo que después de comer partimos en su búsqueda, tuvimos que hacer más de 30 km. para encontrar a la primera pareja de leones, eran más delgados de lo esperado y divisaban desde la distancia a un grupo de antílopes, estuvimos contemplándolos unos minutos, sin bajarnos del Vitara y de nuevo, caminamos, a lo lejos aparecieron una manada de elefantes y más tarde algunos ñus dispersos, pero al final nos perdimos, dimos la vuelta por nuestros pasos y entre tanto, ya no prestábamos atención a los antílopes, jirafas y demás, la noche llegaba y el atardecer en esas tierras es especial, pero regresando a la puerta, la escena más llamativa del día.
Un frenazo de repente, leones encima de árboles, una escena difícil de ver en Coto Selous, un grupo de jóvenes cachorros jugaban trepando a un árbol, las leonas estaban escondidas entre los matorrales y nos asomábamos por las ventanas del Vitara y abrimos las puertas para ponernos de píe y divisar la escena, a unos diez metros se veían agazapadas a las leonas en alerta, asustaba un poco, pero la emoción de ver a los cachorros te hace disfrutar del momento, fotos y comentarios, e incluso Amos, el guía sacó su cámara para hacer algunas fotos de la escena, que más tarde en Mkola, no se llegaban a creer.
En la puerta del parque, Amos tuvo que sobornar al ranger, tenía que pagar una multa, ya que llegábamos a las 19.00, pero le pagaría unos 10.000 shillings, unos 5 euros y nos abrió la barrera y regresamos a Mkola, cerca del Hippo Camp, siempre terminamos los dos días tomando unas cerveza en un pub local, con música occidental y entre luces hablando de la vida, de sus condiciones de vida, o Amos explicándole a Blas, sus experiencias en Alemania y las múltiples lenguas que hablaba, entre dialectos africanos, alemán e inglés.
Al día siguiente 7 de julioteníamos que cruzar de sur a norte Coto Selous, para llegar de Mkola a Morogoro, pasando por los Montes Uluguru, no éramos conscientes del duro día que nos quedaba por delante, después de estos dos primeros días viajando desde Dar es Salaam a Mkola, y una tarde y un día completo conociendo el río Rufiji y Coto Selous emprendiamos nuestro viaje hasta Iringa y el Parque Nacional de Ruaha.

La noche de antes repusimos energías con una magnífica cena que nos preparaban en el "Monkey Camp", algunas de estas noches no pudimos terminarnos todo lo que nos cocinaron, pero ellos si que saben lo que te espera al día siguiente, horas y horas por caminos de tierra africana.


Momentos únicos por esas carreteras y caminos de Tanzania, que cuando pasan por delante de uno pasan fugazmente, pero que recordados te traen al presente ese momento vivido.